«Una deliciosa e intrigante mezcla de Herman Hesse e Isaac Asimov»
John Tintera, vicepresidente de ventas y publicidad de Watkins Media
Los habitantes de C-T viven entre las sombras de una gran Ciudadela que les resguardan del calor abrasador de los dos soles que se desplazan por los cielos. Para sobrevivir deben subsistir, trabajar y moverse en la penumbra que producen los altos muros de la Ciudadela. Las avenidas de C-T se han construido entre estratos de vecindarios, en torno al misterioso edificio que desde el centro de sus vidas se eleva sobre ellos. En C-T la existencia está estrictamente reglamentada, y se organiza mediante gremios especializados. Mientras la joven persona anónima que narra se mueve entre los miembros de estos gremios –el Calígrafo, el Herrero, el Erudito, el Filósofo, el Prestamista, etcétera– nos enteramos indirectamente de las vidas, actitudes y conocimientos de las gentes; y sobre todo, contemplamos a través de sus ojos cómo intentan desentrañar el gran misterio de la Ciudadela. Pero al final del recorrido descubrimos una verdad sorprendente. Hasta entonces, el secreto se protege a sí mismo… como siempre ha hecho. ***** La Ciudadela es una alegoría de la naturaleza humana, así como una narración fascinante y amena.
Tapa blanda: 120 páginas
Editor: Beautiful Traitor Books (9 de abril de 2017)
Colección: Canción de las ciudadelas
Idioma: Español
ISBN-10: 0995481784
Lee un breve extracto del libro
—¿Por qué hoy en día no se conoce la «Canción de las Ciudadelas»? ¿Por qué nadie fuera del gremio de los herreros la ha oído? La razón es que el gremio la ha prohibido. Ha desaparecido de la circulación pública. Y ahora casi lo ha hecho de las mentes de hombres y mujeres. El gremio la consideraba peligrosa. Ya no se habla de ella en nuestro gremio, aunque a veces entre nosotros susurramos quedamente lo que pasó. La historia sólo sobrevivirá entre nosotros de boca en boca. No hay registros ni en nuestros archivos ni en ningún otro. Ni siquiera los legisladores de C-T poseen la «Canción de las Ciudadelas». ¿Por qué ahora? ¿Quizá te preguntes por qué te cuento ahora esta historia? La verdad es que aquí entre nosotros, en C-T, pronto va a pasar algo parecido. Esa historia podría habernos avisado… nos podría haber ayudado a prepararnos. Pero no. El gremio pensó que lo mejor era borrar su existencia de la memoria. Pero una vez que algo ha existido deja huellas tras de sí. En algún lugar. Como nosotros, aquí y ahora.
El Herrero sirvió otros dos tazones del dulce líquido caliente y se echó hacia delante apoyando los codos sobre sus rodillas. Respiró hondo.
—Hace mucho tiempo, no lejos de donde ahora estamos sentados, un herrero sabía la «Canción de las Ciudadelas». Se la recitaba a menudo a todos los que llegaban y preguntaban. Contaba una historia de un lugar en el horizonte donde los soles no se nos muestran. Un lugar donde hay otra Ciudadela y la vida es feliz. Es un reflejo de nuestro futuro, en el que la humanidad ha aprovechado sus plenos poderes, donde el progreso es evidente. Es un sitio donde a la gente no le falta de nada. Un lugar que existió antes de C-T y que le precedió hace mucho tiempo. Se dice que las Ciudadelas son las custodias de la humanidad. Ese herrero hablaba mucho acerca de aquel lugar, cuyo nombre se me ha prohibido revelar bajo juramento, ahora y en cualquier momento. Un día, cuando el herrero estaba relatando su historia, se cuenta que un hombre de un gremio rival cuestionó la narración del herrero. Aquel contrincante dijo que la historia era una fantasía y nuestro herrero un farsante. Desafió la integridad de un miembro de la corporación. Nuestro herrero tenía que responder o perder su reputación. El herrero proclamó, por el honor de su familia y sus ancestros, que cada palabra era cierta. Porque era la historia de su familia, conocida por ellos durante generaciones. El adversario no cedió. De nuevo, denunció al herrero por dar falso testimonio y por ser hombre de naturaleza endeble. «Si la historia es verdad», dijo el rival, «debe probarlo o perder su honra. El herrero tiene que viajar a ese lugar, a esa otra Ciudadela, y demostrar su existencia». Para entonces la audiencia estaba atrapada en las emociones colectivas del desafío. Estaban ansiosos por saber de esa otra Ciudadela; puede que ávidos por conocer el futuro. Los hombres son así.
El Herrero me miró para ver si aún mantenía mi atención. Asentí con la cabeza para tranquilizarle al respecto. Entre ambos surgió un silencio tan natural como el amanecer de dos soles. El calor del taller aún nos envolvía. Podía sentir algunas burbujas de sudor en mi frente como recuerdo del lugar donde me hallaba. Pero nosotros, como pueblo, estábamos acostumbrados al calor. Era el frío lo que temíamos. Mi atención se centraba en la figura pensativa del Herrero. Todavía seguía sentado ligeramente encorvado hacia delante.
—El herrero se preparó para partir, con comida y protección contra los soles. Los del gremio le vieron irse. No aprobaban aquella aventura, pero no podían permitir que se desatendiese un desafío contra ellos. Se dijo que los ancianos del gremio estaban sumamente preocupados. Pero se hizo. Y el herrero se marchó. Debió caminar hasta fuera de los límites de C-T. Allende el lugar donde moraban los pocos mutantes solares. Más allá del umbral de todas las viviendas conocidas. Fue una valerosa aventura. El herrero era un hombre valiente.
El Herrero suspiró como si recordase a un hermano.